Texto y fotos: Tito Cornejo Crosby
El sol va calentando la mañana helada del lago Yuracmayo, que pareciera que se calmara con el silencio de los Andes. Las huashuas y los yanavicos, mientras vuelan sobre el ichu de la puna, nos ven subir por un camino de tierra hacia los 4,920 m.s.n.m. del abra Oxahualco. Al otro lado de este paso de montaña, la Cordillera del Pariacaca se extiende con el misticismo de dioses que se convirtieron en nevados, y que hoy dominan la sierra entre Lima y Junín. Así, el Tunshu, el Norma, el Qolquepucro y el Pariacaca, apu tutelar de los Andes centrales, nos dejarán entrar en la zona menos explorada de Lima, donde los arrieros y comerciantes altoandinos aún recorren uno de los tramos más importantes y mejor conservados del Qapac Ñan, esa inmensa red de caminos que las civilizaciones andinas construyeron desde Colombia hasta el norte de Argentina. Más abajo, el agua de los deshielos recorrerá valles con una diversidad natural tan sorprendente como la historia y la cultura ancestral de sus comunidades, basadas en la relación del hombre con la naturaleza. Es en esta tierra de ichu y altas montañas, dominada por el silencio y la quietud, donde empieza Nor Yauyos Cochas.
La Cordillera del Pariacaca divide las 220 mil hectáreas de esta área natural protegida entre la cuenca del río Cañete, al norte de la provincia limeña de Yauyos, y la cuenca del río Pachacayo, que recorre la zona de Cochas hasta el valle del Mantaro, en Junín. De ahí el nombre de la reserva, que se eleva entre los 2,500 m.s.n.m. y los 5,897 m.s.n.m. del nevado Ticlla, creando ecosistemas muy diversos donde habitan cóndores, venados, zorros, colibríes gigantes y pumas, junto a otras 140 especies de aves, mamíferos, anfibios, reptiles y peces identificados hasta el día de hoy.
Aquí viven también comunidades como Carania, Laraos, Miraflores, Vitis, Huancaya, Vilca, Tanta, Alis y Tomas, pequeños pueblos con una gran herencia cultural, enclavados en valles profundos. Su historia se remonta a los tiempos del Hatun Yauyos, aquel territorio de civilizaciones antiguas que compartieron una cosmovisión que aún hoy se resiste a desaparecer. Estos siguen siendo los dominios del Pariacaca, la montaña sagrada a la que rendían culto quienes recorrían el camino inca entre Pachacámac y Jauja. Cuentan que hubo en la montaña un adoratorio al que se ascendía por una gran escalera, que fue destruído en el siglo XVII por los extirpadores de idolatrías. Hoy el Pariacaca sigue ahí, con esos dos mil escalones de piedra que parten del camino inca y suben hacia el glaciar por aquel lugar al que hoy llaman Escalerayoc.
No es la primera vez que llegamos a Nor Yauyos Cochas. Tampoco será la última. Venimos recorriendo la reserva hace ya buen tiempo con cámaras, cuadernos y lapiceros, anotando todo lo que vamos encontrando para escribir el primer libro de esta región tan poco explorada de los Andes. La idea: ayudar a poner en valor la naturaleza, la cultura y la historia de la reserva para sumar nuestro granito de arena a su desarrollo sostenible, a través del turismo responsable y bien informado. Cada año, más viajeros llegan en busca de cataratas y lagunas por la carretera que parte de Cañete, aumentando el riesgo de la pérdida de esencia de estas comunidades andinas tradicionales, el impacto ambiental que genera la llegada de tantas personas y el lamentable manejo de residuos que existe en nuestro país. Con cada viaje, nos convencemos más de que podemos ayudar a convertir este riesgo en una oportunidad para que siempre exista este lugar mágico en la sierra central.
Nuestro libro “Nor Yauyos Cochas, La ruta del apu Pariacaca” es varias cosas al mismo tiempo. Son muchos caminos recorridos junto a personas muy valiosas que conocimos y de las que aprendimos tanto a lo largo de este gran viaje lleno de viajes. Es el resultado de un sueño de niño que se volvió un gran trabajo entre amigos. Es una guía completa de todo lo que encontramos para que el viajero explore este lugar en los Andes y aprenda a dejar siempre una huella positiva en los lugares por los que pasa, valorando y protegiendo la naturaleza, la cultura y la historia que lo rodean.
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